¿Qué es un ACV?
Se llama ACV, a la manifestación clínica de una alteración del flujo sanguíneo cerebral. Esto puede ser debido a una obstrucción de una arteria, impidiendo así la irrigación de un área del cerebro (ACV isquémico), o bien a la ruptura de una arteria ( ACV hemorrágico).
El ataque cerebral es la segunda causa de muerte y primera causa de discapacidad permanente o transitoria en un tercio de sus víctimas, lo que ocasionará consecuencias severas en la vida de esos individuos y sus familias.
¿Qué hacer ante un ACV?
Al reconocer alguno de los síntomas y signos es fundamental que el paciente concurra en forma urgente a un centro de salud para su correcto diagnóstico y tratamiento ya que es muy corto el tiempo en el cual se puede realizar uno efectivo.
Es necesario reconocer esta enfermedad como una urgencia médica.
Test rápido del ACV: FAST
Si tenés algunos de estos síntomas no dejes pasar tiempo y comunicate inmediatamente con un servicio de asistencia médica.
Cómo prevenir el ACV
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¿Qué es un ACV?
Se llama ACV, a la manifestación clínica de una alteración del flujo sanguíneo cerebral. Esto puede ser debido a una obstrucción de una arteria, impidiendo así la irrigación de un área del cerebro (ACV isquémico), o bien a la ruptura de una arteria ( ACV hemorrágico).
Al ACV, también se lo llama: ataque cerebral, accidente cerebrovascular, infarto cerebral, stroke, apoplejía, ictus, derrame o embolia cerebral.
Una situación a tener en cuenta es que los síntomas pueden ser de breve duración y no generar lesiones visibles en los estudios, a esto se lo denomina ataque isquémico transitorio (AIT), y es importante saber que ante un evento de este tipo, la persona que lo padece debe actuar de la misma manera que ante un ACV. Ya que si no se estudia la causa y se inicia o adecua el tratamiento luego puede ocurrir un ACV.
¿Cómo se estudia un ACV?
La forma en que se estudia un paciente que sufre un ACV difiere según el tipo, las características de la persona, y el tiempo de evolución desde el inicio de los síntomas. De lo antedicho dependerá que estudios se pedirán y cuando se realizarán. En forma ilustrativa podemos decir que un ACV no está completamente estudiado si no se cuenta con una imagen de cerebro (tomografía computada o resonancia magnéticasegún el caso), un estudio cardiológico, un estudio de las arterias que llevan sangre al cerebro y análisis de laboratorio. Según el caso la complejidad de los estudios requeridos puede ser mayor o incluso en ocasiones deben repetirse algunos de ellos en el seguimiento del paciente.
¿Cómo se trata un ACV?
El tratamiento difiere sustancialmente si el evento es isquémico o hemorrágico. Y así mismo cambia según el tiempo de inicio de los síntomas y las características del paciente (no todos los pacientes pueden recibir cualquier tratamiento).
Dentro del tratamiento agudo (es decir, inmediatamente luego del inicio de los síntomas) en líneas generales en un ACV hemorrágico se deberá primeramente compensar la situación clínica, y evaluar si requerirá o no la evacuación quirúrgica en caso de presentar un hematoma cerebral. Luego se buscará el origen del sangrado ya que en su gran mayoría esto será consecuencia de alguna anomalía que debilite las arterias, requiriendo en algunos casos la resolución de la misma para evitar que siga o vuelva a sangrar.
Por ejemplo podemos citar en estas anomalías que requieren intervención a los aneurismas, que son dilataciones de las arterias, las malformaciones arteriovenosas (MAV) que son conexiones anómalas entre arterias y venas entre otras.
En el caso de los ACV isquémicos, los tratamientos, una vez confirmada la estabilidad del paciente, apuntarán a eliminar la o las obstrucciones que impiden el flujo sanguíneo a través de una o varias arterias, esto se puede hacer utilizando medicación endovenosa (llamadas trombolíticos), dentro de las primeras horas de iniciado los síntomas o mediante la acción de retirar a través de un catéter el elemento (trombo) que genera la obstrucción (esto se llama trombectomía mecánica). Estos tratamientos no pueden aplicarse a todos los pacientes o en cualquier momento, es por eso que se debe hacer una rápida evaluación del caso para aplicar el tratamiento más conveniente posible ya que en las condiciones adecuadas estas terapéuticas son muy efectivas.
Otros tratamientos apuntan a evitar que continúe la formación de trombos, cómo es el uso de antiagregantes (principalmente la aspirina). Luego se evalúan los tratamientos para evitar un nuevo evento y esto puede ir desde medicamentos (p.ej. antihipertensivos, hipolipemiantes, anticoagulación, etc.) hasta cirugías (p.ej. operación de la arteria carótida, llamada endarterectomía).
Además de estos tratamientos específicos se deben tratar otros factores de riesgo cómo la presión arterial, entre otros.
¿Cuáles son los síntomas de un ACV?
Los síntomas de un ACV pueden ser muy variados y dependen del área del cerebro que se esté afectando, por lo tanto cualquier función neurológica puede resultar alterada.
Es importante aclarar que en el ACV isquémico estos síntomas se presentan habitualmente en forma brusca, es decir de un momento a otro.
Los síntomas más comunes son:
- Pérdida de fuerza o pérdida de la sensibilidad en un brazo, una pierna, la mitad de la cara o en la mitad del cuerpo.
- Pérdida de la capacidad para hablar y/o para comprender.
- Alteración de la capacidad e ver, ya sea por no ver toda la imagen, dejar de ver con uno o ambos ojos, o ver doble.
- Inestabilidad o dificultad para caminar.
- Falta de coordinación al mover los miembros.
- Dolor de cabeza no habitual, o muy intensa con o sin otros síntomas agregados.
- Pérdida de la conciencia.
Es interesante recordar que dentro de los síntomas que puede presentar una persona con ACV, puede ocurrir la falta de reconocimiento de su alteración, es decir, la capacidad de darse cuenta que no puede realizar alguna función habitual. Este es uno de los motivos por el cual estos pacientes necesitan de ayuda de quién esté con ellos, ya que si una persona presenta súbitamente alguno de los antedichos síntomas debe llamarse al sistema de emergencias aunque la persona afectada refiera sentirse bien.
En este sentido, es útil contar un una prueba que apoye el diagnóstico de ACV, una forma muy sencilla es Escala FAST:
Se le pide a la persona afectada que realice tres pruebas, la primera es pedirle que repita una frase (p.ej: “el cielo es azul”) y se observa si comprende y si puede decir la frase sin dificultad, la segunda es pedirle que sonría, y se debe prestar atención a que la misma sea simétrica, que ambos lados de la boca se eleven en forma pareja, por último se pide que levante los brazos al frente y se observa que pueda levantar ambos por igual y pueda sostenerlos en el aire en forma pareja, sin que alguno caiga más rápido o no pueda levantarlos igual que el del otro lado. Si el paciente presenta dificultad en alguna de estas tres maniobras (siendo que previamente no tenía una alteración de ese tipo), el paciente tiene más de un 70% de probabilidades de estar cursando un ACV.
¿Qué debemos hacer ante la sospecha de un ACV?
El ACV es una emergencia, por lo tanto el paciente debe ser puesto en contacto con el sistema de emergencias sin demoras. Hay que recordar que el ACV tiene tratamiento y debe ser iniciado lo más rápido posible desde que comienzan los síntomas.
Es muy importante registrar la hora en que comienzan los síntomas, entendiendo esto cómo la última vez que la persona fue vista sin ninguna alteración. No se deben hacer estimaciones, sino tomar la hora en que claramente el paciente no tenía síntomas. Esta información es muy valiosa para ofrecer el tratamiento adecuado en forma segura. En caso de que el paciente no pueda hablar es importante que, de las personas que estén con él, la que más lo conozca lo acompañe y se quede en la sala de espera hasta que el médico le indique que puede retirarse, ya que muchas veces se puede requerir información y no se puede perder tiempo en buscar a la persona que acompaña al paciente.
¿Cómo podemos prevenir un ACV?
Cómo habitualmente se dice, la gran mayoría de los ACV son prevenibles, y es to es verdad, ya que la mayor proporción de pacientes llegan a presentar un ACV cómo consecuencia de otro problema de salud que fue progresando a lo largo del tiempo. Estas condiciones que aumentan las posibilidades de padecer una enfermedad (en este caso el ACV) se denominan factores de riesgo. Los factores de riesgo pueden ser no modificables (cómo condiciones genética, sexo, edad, o factores ambientales) o modificables, siendo estos últimos los que, adecuadamente controlados, pueden ahorrarnos el problema de sufrir un ACV. El principal de ellos es la hipertensión arterial, esta puede multiplicar por 4 el riesgo de una persona de sufrir un ACV. A mayor presión arterial, tanto de la sistólica, conocida como máxima, o de la diastólica comúnmente llamada mínima, mayor el riesgo de tener un ACV. La presión normal óptima es 120mmHg o menos de sistólica y 80mmHG o menos de diastólica.
Otro factor de riesgo importante es el hábito de fumar, este duplica o triplica el riesgo de ACV. Es importante mencionar que no solo el fumador tiene riesgo (fumador activo), sino aquella persona que inhala el humo del cigarrillo presente en el ambiente (fumador pasivo), por lo tanto, para no contar con este factor de riesgo, es necesario no solo no fumar sino también contar con ambientes libres de humo. El hábito de fumar (tabaquismo), no es solo una costumbre, y por lo tanto no siempre es fácil dejarlo, es por eso que se debe consultar con el médico siempre que la persona vea que no puede eliminar el cigarrillo de su vida. Existen tratamientos, incluyendo medicamentos, que pueden facilitar efectivamente el cese del tabaquismo.
También es importante sabe que pueden existir recaídas y que si ocurre no hay que desalentarse y creer que es imposible dejarlo, por el contrario hay que consultar con el médico e informar de esta circunstancia para tomar las medidas y estrategias acordes para poder mantener en el tiempo el cese tabáquico.
Otro factor de riesgo es la diabetes, esta puede aumentar por 2 y hasta por 6 el riesgo de ACV. La diabetes se diagnostica con mediciones de glucosa (azúcar) en el análisis de sangre, si bien hay varias pruebas para detectar esta enfermedad, en forma ilustrativa la forma más común de diagnóstico es cuando se detectan valores mayores o iguales a 126mg/dl en 2 oportunidades.
Además, tener la glucemia elevada al momento de sufrir un ACV, empeora la evolución del mismo.
El colesterol elevado es otro de los factores de riesgo, existen varias determinaciones en laboratorio que nos hablan del colesterol, LDL-C, HDL-C, colesterol total, etc. Estas son mediciones de diferentes proteínas que tienen un rol en la movilización del colesterol a través de la sangre, por eso suele hablarse de colesterol “bueno”, cuando nos referimos al HDL-C, ya que este facilita la eliminación del mismo, y hablamos de colesterol “malo” cuando hacemos mención del LDL-C, ya que esta forma es la que facilita el depósito de colesterol en la paredes de la arteria. Es así que lo deseable es tener bajos valores de LDL-C y mayores niveles de HDL-C. El colesterol es un producto animal, por lo tanto no está presente en productos vegetales.
Otro factor de riesgo sumamente importante son las condiciones cardiológicas que pueden causar la formación de coágulos en el interior del corazón, ya que estos se mezclan con la circulación sanguínea y pueden obstruir pequeñas arterias. El más importante a tener en cuenta es una arritmia (llamándose así a cualquier condición que altera el ritmo cardíaco), llamada fibrilación auricular.
Esta arritmia puede no presentar síntomas molestos para el paciente, pasando en muchos casos desapercibida. Además en ocasiones no está presente en forma continua, sino que lo hace por momentos. En ocasiones se pueden sentir golpeteos o palpitaciones en el pecho, es importante reconocer en el pulso (colocando la yema de los dedos índice y mayor sobre la muñeca (del mismo lado de la palma y hacia afuera, es decir del mismo lado que el pulgar),
de esta forma se sentirá un latido o golpe al presionar sobre la arteria; normalmente ese latido debe ser regular, a intervalos similares, si el mismo es caótico e irregular, es importante consultar e informar al médico de ese hallazgo.
La obesidad es otro factor de riesgo, ser obeso aumenta un 40% el riesgo de ACV, es por eso que la adecuación del peso es importante y debe consultarse con el médico, y el nutricionista para establecer una estrategia adecuada para cada persona.
Un factor de riesgo muy importante es la alimentación, si esta es saludable se puede reducir hasta más del 25% de riesgo de ACV.
Dentro de los estilos de alimentación, lo que se conoce cómo dieta mediterránea es lo más recomendable. Es importante en este sentido el aumento progresivo de consumo de frutas y verduras con las comidas habituales, siendo lo ideal 5 porciones o más de fruta (1 porción son 77g) y verduras (1 porción son 88g). Es importante reducir el consumo de sodio a menos de 2g por día, esto es equivalente a 5 gramos de sal común (es decir una cucharada de té aproximadamente). Y evitar o reducir el consumo de alcohol (si tomamos como medida una copa de vino o una lata de cerveza, no más de 2 por día en hombres y 1 en mujeres).
El consumo de sustancias ilícitas (cocaína, anfetaminas, etc.) también aumenta el riesgo y deben ser totalmente evitadas.
El sedentarismo (falta de actividad física) es un problema realmente importante para la salud. La actividad física regular puede reducir hasta un 30% el riesgo de ACV, lo recomendado es al menos 150 minutos a la semana de actividad física aeróbica moderada o 75 minutos a la semana de actividad aeróbica intensa.
Existen otros factores de riesgo, es por eso que se recomienda la consulta con el médico para que evalúe si presenta alguna condición que particularmente requiera seguimiento o tratamiento.